Otro día, en Atacama, Chile. Ésta vez decidimos ir a ver el volcán Poruña, y por el camino nos encontramos con unas vicuñas.
Si hay una foto que exprese la aridez, agresividad y crudeza de la vida en el desierto más seco del mundo, de todas las que he tomado no se me ocurre una mejor que ésta. Pido perdón por lo cruda que resulta, pero no me resisto a ponerla. Todos hemos visto una calavera seca, algo que por manido ya ni nos afecta, es casi como un adorno, un accesorio esperado... esta foto no deja a uno desentenderse de la crudeza ni ignorar el drama de la vida extrema.
Perdón, le dí a publicar antes de subir las fotos.Pero no quiero dejaros con el mál sabor de boca. Unas horas más tarde nos encontramos también con un grupo de cuatro o cinco vicuñas. No son fotos muy allá, pero dan una idea -junto a lo anterior- de lo que debe de ser la vida en el desierto.
Eso que molesta tanto en medio es un dichoso pelo que tenía en el sensor y que tardé en darme cuenta tanto que me estropeó la mayoría de las fotos.
Las fotos, de nuevo, están tal cual, solo reducidas y un poco de máscara de enfoque, algunas han sido redimensionadas al subirlas (las verticales creo).
Ya sé que no son gran cosa, pero bueno, pues eso, no es fácil pillar a estos animales silvestres (no son domesticables) tan perseguidos por su lana (tienen el pelo más fino del reino animal, solo superado en calidad por la seda) que rondan el peligro de extinción.
Están tomadas a contraluz. La hora de la toma es incorrecta. Hay que quitarle 5 horas (me pilló el cambio al horario de verano allí). No tenía la cabeza para preocuparme por esos detalles.