Hola.
En otros hilos ya me ha tocado explicar (o mostrar) la composición de la portada de algunos discos y ahora me toca explicar la composición de la portada de un libro.
La portada en cuestión es la de un librito para edición de bolsillo, y es esta:
Aunque aquí esté desenfocado, en mi versión de la imagen el reloj está nítido hasta nivel de motas de polvo. No he conseguido subirlo mejor.
La historia de la gestación del libro y de mis aventuras con una editorial las explico aquí:
https://yoslec.blogspot.com/2020/09/una-aventura-editorial.html y no la voy a repetir porque, al fin y al cabo, este es un foro de fotos (o imágenes) y no quiero ser pesado.
La cosa está en que llevo muchos años componiendo cosas. A veces cosas grandes (fachadas), a veces cosas pequeñas (una letra) y, en general, mucha portada, foto, esquema, plano, dibujos, etc, por lo que eso de combinar imágenes y letras no me da miedo. No es que me salga especialmente bien, pero no me echo a temblar.
Con semejante (
chulería) experiencia, creía que tras reunir las 30.000 palabras escritas del libro en cuestión (125 páginas), hacer su portada iba a ser un trabajo menor. No quería imágenes. Los relatos del libro no tienen mucha relación unos con otros (ni en temática, ni en tamaño, ni en época ni en nada) y no quería una imagen que distrajera o que pusiera el foco en un solo relato, así que durante días estuve salseando con tipos y tipos de letra sobre fondo blanco, sin más.
¡¡¡AAAAAAAAAARGH!!!
Qué horrores, qué sudores fríos, cuántas horas dándole vueltas a las palabras que, en una portada, no son palabras, sino imágenes (tienen tamaño, forma, color, posición, equilibrio, etc), hasta que mi hermano me dijo que por qué no aprovechaba el hecho de que fueran doce relatos. Y entonces pensé en las fotos del gran Guinarda, con sus docenas de huevos (de sus fotos, no de él) sorprendentes y en que podría plagiarle vilmente, a traición y con alevosía... bah, no, soy muy tonto para eso. Total, que buscamos cosas de doce partes o un conjunto de doce cosas y al final dimos con este viejo reloj de mi abuelo, lo colgué de una pared y le tiré unas cuantas fotos. Y así se ha quedado.
La ventaja de un reloj es su redondez y lo fácil que se juega con su simetría, tanto para mantenerla como para romperla, así que lo demás vino rodado. Clásica y sin muchas pretensiones, lo justo para que las letras (que son imágenes) puedan flotar sobre la idea del reloj.
Me gustaría hacer hincapié en que mi hermano es un completo negado para la composición (no es que yo sea un genio, pero él...uf) y, sin embargo, una simple sugerencia suya abrió el camino para el resto.
Qué importante es la crítica, la sugerencia, y qué improductivo y estéril es trabajar soloyoconmigomismo, sin más opciones que las propias.
En fin, que hay que ser humilde y afrontar los retos sin miedo, pero con mucho respeto.
Un saludo.
Postdata: tal y como indico en el blog, este librillo nace de una rabieta y sé que no me va a sacar de pobre, así que no tengo especial interés en ganar dinero con él. Lo que me hace ilusión es que la gente lea las historias, así que si alguno tenéis curiosidad y no queréis gastar los cuatro euros que cuesta la versión impresa, en kindledirect está por cero euros.